Mi generación sin lugar a dudas ha tenido una juventud mucho mejor que la de mis padres, hemos podido estudiar sin problemas y hemos podido hacer mil cosas que por norma general, eran prohibitivas por caras para nuestros padres.
Volar en un avión (ida y vuelta) por 20 euros o pernoctar en grandes ciudades por 15 euros la noche hoy en día es algo normal. Sin embargo nadie da duros a cuatro pesetas, los viajes son con horarios muchas veces demenciales, con incomodidades manifiestas y los albergues suelen tener una limpieza descuidada. Pero si quieres viajar a ese precio es lo que hay.
El problema para mi es cuando esta moda se ha traspasado a todos los ambitos de la vida. Y es más, se ha convertido en norma general e incluso en moda. Ahora todo el mundo ama a Ikea y les parece super-moderno eso de tener de todo en tu piso de 20 metros cuadrados, aunque tu cama salga de debajo del fregadero.
Muchas veces se trata de un mero afán consumista, el poder comprar 5 pantalones por 20 euros, aunque nos vayan a durar muy poco tiempo cada uno, lo importante es no parar de comprar, mientras que otras veces como en el caso de Ikea nos hemos dejado la dignidad por el camino.
Las vidas low-cost no han servido para que más gente tenga acceso a más servicios, ha terminado siendo para que nos conformemos siendo mucho más miserables que antes.
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