Man on wire


Hay personas que por su grandeza son imprescindibles, personas que se atreven a llegar a los más altos desafios sin pestañear. Bordean la locura pero solo para usarla y hacer cosas maravillosas.

Philippe Petit es una de ellas. Un funambulista francés que vió el sueño de su vida en la consulta de un dentista, en un periodico venia la noticia de que se iban a construir en Nueva York unas torres gemelas que serían la más altas del mundo y desde ese momento supo que el destino de su vida era cruzarlas.

Años de preparación y planificación, puesto que la obra era más bien parecida a un robo de un banco. Era algo completamente ilegal pero no maligno como dice uno de sus complices. El como se infiltraron en el edificio y como sujetaron el cable de un lado al otro de las torres ya es algo digno de los mayores elogios y los 45 minutos que finalmente estuvo sobre el cable son realmente algo de una belleza irrepetible.

Me encanta la pasión con la que aún hoy explica Philippe todo, esa pasión que le falta hoy en día a la mayoría de las personas, empeñados como estamos en pasar lo más desapercibidos posibles. No digo en cosas de tamaña grandeza, al alcance de pocas personas, sino la apatía general en la que vivimos ante cualquier situación.

Y por supuesto no quiero caer en la mitificación, Philippe es simplemente una persona, que se pelea mucho con sus complices y que una vez logrado disfruta de su éxito y popularidad al máximo. Me gusta mucho la parte final donde se ve como después de eso ya nada volvió a ser lo mismo entre ellos, pero no importaba. Ya estaba hecho.

James Marsh lo relata con un pulso firme y Michael Nyman lo adorna con una genial música en el oscarizado documental "Man on wire". Hay que verla.